jueves, 11 de octubre de 2018



Riego desiertos con mi pluma.

O eso intento cada vez que la marea
abandona los océanos
en mitad de la noche
y se anima a despertarme.

En arrabales del pensamiento
se abandera entonces
cuando las palabras caen
sobre tierra herida.

Humilde recojo sus sombras
para sembrar con anhelo y esperanza
los despojos del llanto.

De las palabras sé que a veces duelen,
como sal en la mirada.

Otras en cambio son oasis
bajo mi ventana abierta.
Me llaman.
Yo acudo enamorado
con ramos de tinta en las manos.

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