O
eso intento cada vez que la marea
abandona
los océanos
en
mitad de la noche
y
se anima a despertarme.
En
arrabales del pensamiento
se
abandera entonces
cuando
las palabras caen
sobre
tierra herida.
Humilde
recojo sus sombras
para
sembrar con anhelo y esperanza
los
despojos del llanto.
De
las palabras sé que a veces duelen,
como
sal en la mirada.
Otras
en cambio son oasis
bajo
mi ventana abierta.
Me
llaman.
Yo
acudo enamorado
con
ramos de tinta en las manos.
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