empapados
de
tu sigilo
sin
nombre.
En
cada instante
dobla
la vida
para
sorber cada lluvia de
tus poros.
Pero
a trazos pierdo
de
vista las nubes.
Se
desdibujan apátridas
de sol
y añoro entonces
el génesis,
cuando
hervían sin fuego las
esencias.
Por
momentos desluce
en
mis manos infantiles tu
grandeza.
La
ceguera del
hombre
hace camino sin
luna.
Es
cuando meces paciente
el
viento que cuartea mi entereza.
Y
alertas caricias que
reducen a luz
la
soledad de las tormentas.
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