La acidez que cimenta
las baldosas del tiempo
hizo mella en los abrazos.
Antes vigilaba el canto
de la arena rizando
tu estela dorada
en nuestra playa.
Pero agoniza.
Su bandera de espuma
tirita jirones
cuando el mar
viene a romperla.
El filón de tus pájaros
sagrados oscureció
un día de plumas mojadas
los vínculos.
El cielo cayó herido.
Se deslizan desde entonces
en tu sombra orugas
de vejez y impostura
resbala por el barniz
de júbilo
polvo en las costuras
del gris con que
pintaste tus murallas.
Las aves tejen
sin descanso en
tus manos el olvido,
acariciando despiertas
en cal viva
la certeza de la muerte.
No consigo desandar
las horas, ni calzar
con paja los recuerdos.
El pasado al rojo vivo
mira ciego al que
barrió a mi lado
una tarde
los mismos miedos.
Ahora
sueño a diario el viento
que no llega a soplar
otra vez entre tus juncos..
otra vez entre tus juncos..
Cuanto más se lee más duele la ausencia..francamente hermosa.
ResponderEliminarEmpiezas a sacar la artilleria..Sigue, deslúmbranos.
La anónima conocida